domingo, 31 de mayo de 2009

El papelito rosado. Cuento en cuatro entregas.(4a.)


La posada durmió. El trapiche de sangre despertó. Santiago recibió a Gustavo con su carga de miel y polen, tal como le había sido indicado, hora y día exactos. Lo recibió, se sentaron en las banqueticas del depósito, uno frente al otro y conversaron sobre cosas sin mayor importancia, por un rato, hasta que Santiago le pidió la factura de cobro que intercambió por un sobre, Gustavo lo abrió y saco el contenido, un papelito rosado y aterciopelado. Lo frotó entre sus dedos, extrañado, y al levantar la vista hacia su interlocutor, sólo vio oscuridad. Sólo escuchaba algunos ruidos confusos, no distinguía si eran voces o música. Sintió estar acostado y un frío acerado en sus brazos, pero no dolor. Quiso moverse, pero no pudo. Comenzó a desesperarse, pero no podía hablar. El frío aumentó y su conciencia se apagó. Santiago junto a Alicia recogieron en tobos de plástico el drenaje sangriento, el ingrediente secreto de las gotas de vigor lo colocaron en frascos esterilizados y guardaron en las neveras industriales del depósito. Iracundo aseó la habitación y el molino con esmero, la pulcritud retornó sin asombro. Allí no había sucedido nada.
Alicia y Santiago salieron al jardín, subieron la ladera de naranjos, disfrutaron del aroma de los azahares de la noche y del conejito burlón de la luna.

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