domingo, 21 de septiembre de 2008




Espíritu Escarlata
La máquina estaba fría y aburrida. Fue conducida hasta el lugar del encuentro. Allí la vió por primera vez y escuchó su voz alegre:
— ¿Es rojo escarlata! El color que más me gusta.
El imponente Dodge Spirit Rojo sintió de pronto orgullo por si mismo, al darse cuenta de que hablaban de el. Su llameante tono al sol, rojo todo, vibró intensamente. Su línea era conservadora, pero ágil, desafiante pero serena. La luz rozó su carrocería, guiñándole el ojo a la bonita propietaria. Sintió que crecía en tamaño.
— Es muy potente tiene seis cilindros, motor de tres mil c.c. informó el vendedor del concesionario.
— Me encanta esa fuerza.
Las expresiones de agrado fueron despertando su interés en ella.
— Mira, es tu nuevo carro, disfrútalo! Le manifestaron a ella.
— ¿En serio? Yo creí que sólo estábamos por escoger carro. Es perfecto!
— Si, es para ti, disfrútalo.

Ella, entonces, ya era su dueña, a partir de ese momento su caballaje lo entregó a su servicio. La acompañó a todas sus diligencias, era su compañero, su servidor.

El tiempo pasó, hasta que una madrugada estando ella sola en su casa, decidió salir a pasear por la cota mil en el spirit, a ellos les gustaba ver la ciudad desde esa vía. Se encontraron, de repente, en la autopista un grupo de jóvenes que hacían piques. Casi se produce un choque pero gracias a la pericia de la conductora y la potencia de el, no sucedió nada. Ella aceleró fuerte y el respondió dejando atrás a los piqueros, muy atrás. Esa experiencia los marcó. La velocidad y potencia desarrolladas por la máquina la cautivaron.

Comenzó ella a interesarse por envenenar los carros, pero no podía ser un veneno muy evidente, el suyo era un familiar. Se decidió por incorporarle un sistema nitro de cuatro bombonas escondidas en el asiento del copiloto, que encendía fácilmente con un botón ubicado estratégicamente.

Las competencias comenzaron formalmente, y su nombre en el medio era la tía de Pedrito, quien la introdujo formalmente en el grupo de piqueros Premium. Ella logró reconocimiento por su destreza al accionar el nitro en el momento oportuno indicado del pique, la explosión justa para que llegaran siempre de primeros. El y ella formaron un equipo invencible, durante dos años fueron los reyes de la Fajardo nocturna. Esa doble vida estableció una secreta complicidad, muy satisfactoria, así también vencieron la rutina. Se convirtieron también en paladines vengadores, arrollaron a varios motorizados sin remordimientos, aplastados contra vehículos estacionados, estupefactos porque una simple ama de casa se atrevía a untarlos contra otros hierros. La satisfacción de la venganza es dulce, realmente dulce, romper un retrovisor de un solo puñetazo lo pagaban caro esos hijos de sus madres, si; al igual que el sifrino del BMW de la avenida principal de Altamira que golpea con furia su Espíritu Escarlata sin inmutarse. Recibe el BMW el envión del espirituoso motor de 3 litros, impecable, justo en la puerta trasera blanca, sifrinita ella. La cólera del sifriconductor no se hace esperar, la persigue insistentemente por toda la urbanización, ella lucha, en aquellos tiempos no existían tantos vehículos, ni aglomeraciones, sortea las calle, y no puede zafarse fácilmente de su perseguidor indignado. Comienza nuestra heroína a desesperarse, hasta que encuentra la solución en la 3ª. Av. que tiene árboles de mango en todo el medio, ella decide instantáneamente escapar por el lado izquierdo y detiene la máquina a mitad de calle, su perseguidor acelera por el lado derecho con la esperanza de trancarle el escape en la intersección de las calles con la avenida, pero ella, avispada, retrocede a toda velocidad, cuando lo ve pasar, y escapa, maniobrando ágilmente, hacia la calle anterior que le otorga el escape hacia la cota mil , burlado queda el blanquito. El aliento vuelve a su cuerpo y su sangre vuelve a fluir. Es libre de nuevo. Espíritus libres.

La fascinación por la velocidad es intrigante, una peligrosa aventura. Se debe tener control y sangre fría. Saber sentir el motor, saber cuándo hacer el pinchazo es cuestión de feeling, se nace con eso, no se aprende, se puede lograr experiencia, pero sólo si las venas saben congelarse y el cerebro decide rápido, se gana la apuesta. Los ganadores heredan la casta. En cambio, los perdedores lo son desde que arrancan, pero son necesarios esos "perdidos", un reto sin contendor, no es reto.

El dominio de la aceleración es fundamental, pero se trata de dominio, pues existe el riesgo de la adicción, que es imprescindible evitar. El adicto a cualquier cosa es un esclavo. Ella comprendió que se estaba convirtiendo en esclava de la adrenalina. Las participaciones en la pista se fueron distanciando, ya no eran semanales, paulatinamente se retiró y puso en venta su adorado Dodge Spirit rojo, ya sin las bombonas de nitro.

El nuevo dueño, de veinte años, no se imaginaría nunca el pasado de la pareja vertiginosa, de la simbiosis estelar entre mujer y máquina.

La noche anterior a la entrega del vehículo, lo subió a Lomas de San Román. Caracas, con todas sus estrellas, fue testigo de la despedida.
Olga Fuchs ®

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Opinión




Jhumpa ¿qué?

La escritora Jhumpa Lahiri, es la ganadora del premio Pulitzer del año 2000. Ha sido mi gran sorpresa constatar que no es tan conocida en cierto sector del medio literario venezolano, a pesar del prestigio internacional de dicho premio; hasta desconocida en un buen porcentaje de librerías caraqueñas, al punto de repreguntarme: ¿ Se trata de un libro de la nueva era?, quizás la asocian con Deepak Chopra.
Asumo que el origen de la situación del reconocimiento en el público, depende de la divulgación y el énfasis publicitario como premio real a una obra a nivel internacional, pues no quiero aceptar que en Venezuela no exista completa compenetración con el quehacer literario de calidad.
Me encomiendo, entonces, a realizar la debida divulgación, a mi escala, de la obra de Jhumpa, si, así, con confianza, Jhumpa, a secas, ya que ella nos introduce al círculo más íntimo de las vidas que retrata, rompiendo para nuestros ojos todos los cinturones de seguridad, hasta hacernos sentir compasión sincera por el dolor de sus personajes.
Jhumpa en “Una cuestión temporal” asocia un corte de energía por un lapso corto de tiempo, cinco noches, en la zona de residencial de los protagonistas del relato, a una oscuridad que deriva en una intimidad impuesta por esa circunstancia; a un obligado diálogo de conciencias y emociones. Shoba y Shukumar, hijos de inmigrantes bengalíes en EUA, representantes de la segunda generación, unidos en matrimonio y por el dolor de un hijo nacido muerto, afrontan sus dramas apoyándose de forma ambivalente en sus retos laborales, académicos y tradiciones heredadas. Jhumpa dibuja para nosotros el micro ambiente donde se enfrentan, suaves pero contundentes cada una de las almas, a la sola luz de unas velas, que semejan el consumo paulatino de amor y esperanza. Algo se está acabando entre ellos, se evapora una esencia, una vitalidad, una sexualidad extinguiéndose.
Jhumpa nos pasea por una casa que desmejora como sus habitantes, antes albergaba hasta ciento veinte amigos como invitados a fiestas de cumpleaños, en el tiempo literario del relato sólo alberga tierra seca, lápiz labial al descuido y dos seres que se esquivan, que no soportan el peso del dolor del hijo perdido, las exigencias impuestas por sus mismos padres o madres, por el éxito en la actual sociedad consumista norteamericana y conservar su carga hereditaria. El fracaso como padres en la India es tragedia, la madre de Shoba representa esa exigencia, ese corrector de conducta, el peso de la obligación de tener descendencia. La superación del dilema cultural es subyacente, es un mar de fondo, una problemática de enajenación y de identidad, de mezclas.
Jhumpa tiene la capacidad de pasearnos por las vidas de sus personajes, a través de décadas, con sus acontecimientos íntimos, respetando la estructura clásica de tres estadios narrativos, inicia con una situación precisa, continua con una compilación introductoria del drama y finaliza con una resolución de las tensiones, tejida en una prosa intimista con la acción como hilo conductor eficiente. Describe esas sociedades a través de los otros personajes, Gillian, la amiga de Shoba, los vecinos, el padre de Shukumar.
Jhumpa, omnisciente, define sus personajes a través del diálogo íntimo e impulsa su relato develando los conflictos de Shoba y Shukumar con sus propias conciencias, superables con esfuerzo, noche tras noche una confesión, una herida, un daño y un contra daño. Una dolorosa tristeza que asfixia el amor y la alegría, el entusiasmo vital del inicio de sus vidas en común.
Jhumpa cierra para nosotros, sus lectores, con técnica flexible, un relato de diferencias e integración, con un abrazo en llanto, por secretos develados, por el desarraigo en busca de riqueza material y del sueño americano, por renunciar a un hijo, por un no soportarse aún necesitándose.
Ya conocemos a Jhumpa Lahiri, es la reveladora de intimidades.

Cuentos de luz







G & G
La pelea fue terrible, Gonzalo no quería ir a cumplir con su compromiso de limpiar los vidrios del edificio, y obligó a Gladis a hacerlo por él, esa mañana de sábado. Gladis se tragó su dignidad y se vistió con el uniforme de faena de Gonzalo y se enrumbó al edificio. Armó el andamiaje y lo bajó hasta el piso 33. Estaba por terminar el trabajo cuando un ventanal entreabierto, pues los sábados no funciona el Aire Acondicionado Central, trabó el andamiaje y se abrió completamente, entonces vio un maletín carrubio, abierto repleto de dinero y tirado en el suelo alfombrado en rojo, debajo de un escritorio, como si alguien sorprendido lo hubiera escondido allí sin tiempo para cerrarlo.

Decidió entrar porque no vio a nadie dentro de la oficina con alfombrado en rojo, la que conocía bien, ya que ella era quien hacía la limpieza interna, ese era su verdadero oficio, para apoderarse del dinero que tanta falta le hacía.

Ella se fascinó con la cantidad de dólares, no sabía mucho de eso, pero sí que eran dólares y muchos. Venció el miedo a la altura y se decidió a entrar, haciendo un gran esfuerzo, estirando la pierna derecha lo más posible, los guantes húmedos le hicieron resbalar el agarre de las cuerdas y se tambaleó quedando con medio cuerpo suspendido en el vacío. Cayó el tobo, todos los cepillos y trapos de limpieza.

Extremando sus fuerzas se incorporó, sudando frío. Se calmó, respiró profundo, se concentró de nuevo en el dinero, se alentó a traspasar el ventanal definitivamente, ya no pensó en las alturas. Se estiró completamente y se deslizó al interior como gato. Dentro del privado, volvió la vista al objetivo. Se había apoderado del maletín, y lo cerró, pero en el justo momento en que estaba por devolverse al andamio, un ventarrón golpeó una puerta interna, y se escaparon risas, susurros y sensuales jadeos.

Se agachó detrás de un sofacito, del que se cayeron un sostén, unas medias panties, una falda, blusita y zapatos negros de tacón.
Los jadeos eran cada vez más intensos y alargados, pero de pronto ya no los escuchó, sino sofocadas respiraciones como quejidos ahogados, golpes secos hasta que un silencio punzante se convirtió en un charco de sangre rojísima como el alfombrado en rojo, que alcanzó sinuosamente el sofacito.

Oyó el ruido de la puerta principal, eso ayudó a Gladis a controlar sus latidos, esperó; la sangre se estaba secando en el alfombrado en rojo.
Se cambió el uniforme por la ropa de mujer. Gladis salió de la oficina vestida con el traje taller ajustado y femenino, y con el maletín carrubio repleto de dólares. Entró al ascensor y se recordó de Gonzalo, él no merecía su amor. Llegó a Planta Baja, el vigilante nuevo de turno, distraído con el partido de béisbol televisado, no la vio.

Se alejó Gladis, corrió por la acera, subida a los altos tacones, aferrada al maletín carrubio y sumergida en su nuevo traje. Un bucle de alfombra roja pegado a su nueva falda, fué el único testigo de su pasado.