martes, 7 de mayo de 2013

“La poesía, el Verbo, es el combustible de mi existencia” Entrevista a Alfredo Pérez Alencart por Jorge G. Trevín - Agencia de Noticias: ICAL -




El profesor de Derecho del Trabajo y poeta peruano afincado en Salamanca hace balance tras dedicar la mitad de su vida popularizar versos de uno y otro lado del Atlántico, además de labrarse su propio prestigio como bardo.

Recién cumplido medio siglo de una vida entregada casi por completo a la poesía, los amigos que los versos le han ido dejando se han unido para rendirle un tributo literario en forma de ‘Arca de los afectos’ y reclamar para él el más alto reconocimiento institucional como dinamizador cultural y nexo de unión entre diferentes pueblos de España y América. Orgulloso y abrumado a partes iguales, Alfredo Pérez Alencart repasa los aspectos más destacados de su fecunda trayectoria.
¿Qué significa para usted ese ‘Arca de los afectos’ que le han dedicado sus compañeros por su 50 cumpleaños?
Es un libro que conlleva un magma de afectos y amistad. Condensa más de media vida en la literatura. Llevo 25 años colaborando en actividades culturales y una década publicando libros propios de poesía. Es un volumen pletórico de sentimientos y de visiones profundas sobre mi obra y mi ser.
Tras muchos años siendo el anfitrión de poetas pero manteniéndose en un discreto segundo plano, decidió dar un paso al frente y empezar a publicar, ¿no le da cierto pudor convertirse en protagonista?
En mi propia poesía he sido muy prudente. Respeto demasiado la Poesía y, por eso, esperé hasta cerca de los 40 para comenzar a hacer públicos mis ejercicios poéticos. Por el respeto que tengo fui reservando energías, como los maratonianos, para llegar al final aunque ese final nunca se alcanza del todo, pues el aprendizaje es hasta el final. Más que pudor, el reconocimiento me ha vuelto más humilde, porque cuando a uno lo encumbran la caída puede ser mucho más dolorosa.
Jesús Fonseca encabeza un colectivo de poetas dispuestos a pedir que se le conceda a usted la Gran Cruz de la Orden de Isabel La Católica, ¿qué le parece la iniciativa?
Lo tomo como algo que procede del gran amigo-hermano que es. Todos los premios o reconocimientos son interesantes pero complementarios. Lo realmente importante para un poeta es su obra, porque es lo que queda, si algo queda. Me han concedido algunos premios por mi poesía, pese a que nunca me he presentado porque descreo de los concursos. Los incentivo porque es una forma de ayudar a publicar a quienes no tienen fácil la publicación de sus obras, lo que no es mi caso. Un poeta no debe querer estar a la moda porque la moda siempre pasa de moda. Además, no por ganar un premio debo cambiar el voltaje de mi palabra poética. Hay quienes degradan su palabra con el único fin de ser considerados dentro esa ‘normalidad’ algo hueca de escribir versos sin un átomo de poesía dentro.
Siempre ha tratado de tender puentes entre España y América Latina, también entre nuestro país y Portugal, ¿cómo logra la poesía acercar culturas y superar océanos?
Más que nunca, poéticamente hablando, España necesita de América. Es necesario el mestizaje y el intercambio. Aunque tengamos el mismo idioma, los acentos son diferentes y también la intensidad del lenguaje. Es necesario que se mezclen. Si no, se queda en una endogamia y los frutos son peores.
‘Prontuario del Infinito’ es su primera obra completa traducida al francés. Sorprende teniendo en cuenta que sus libros se han traducido a multitud de lenguas
Varios poemas míos sueltos ya habían sido traducidos al francés por Max Alhau. Como libro ese sí es el primero y, al parecer, la traducción es perfecta porque está hecha con pasión y calidad. Estoy muy agradecido con Bernadette Hidalgo Bachs, profesora de la Universidad de Clermont- Ferrand, por su exquisito trabajo, no solo de traducción sino también por el profundo ensayo que escribió acerca de esos siete largos poemas allí contenidos. Tengo un poemario inédito, ‘Los éxodos, los exilios’, que ya ha sido traducido al francés por el profesor Víctor Bergasa. Pienso publicarlo este año.
En su caso, el mestizaje ha marcado toda su vida y su trayectoria
Influye más el mestizaje cultural que el étnico. Soy un mestizo completo porque no solo asumí la cultura propia y variada de Perú -especialmente la antigua incaica escrita en quechua, una lengua en la que alguien me hablaba de pequeño- también estoy muy familiarizado con todo lo relativo a las tribus amazónicas porque allí nací. El mestizaje cultural es pleno. Lo español lo capté antes de venir. Estando en Perú ya estaba mestizado con España no sólo por lo genético sino también por lo literario, toda vez que Fray Luis y Unamuno me guiaron hasta Salamanca, y ya aquí dos pastores me cobijaron, Carlos Palomeque y Alfonso Ortega Carmona. También me he entrañado mucho con la poesía oriental, caso del haiku japonés o la poesía coreana. Nunca, eso sí, conviene mestizarse miméticamente pues el mimetismo es peligroso al tratarse de una copia burda de algo que no se puede copiar, ya que cada cultura es particular. Sí puedes, sin embargo, extraer lo que te beneficie al espíritu y a eso darle a otra impronta. De eso sí soy un mestizo.
Aparte de su acento, ¿Qué queda de la Amazonía y de Perú en Alfredo?
La patria de la infancia nunca se borra del corazón pero me siento muy castellano; no sólo por el tiempo -llevo más de media vida aquí- sino porque mi única lengua es el castellano y estoy bastante arraigado al ser austero, prudente, reservado de Castilla; aunque no del todo, porque la forma de ser amazónica me incita a dar muchos abrazos y eso me diferencia de los castellanos indígenas.
¿Por qué dedicó una de sus obras a su primo brasileño François Silvestre de Alencart?
No solo estaba dedicado, estaba basado en su vida. Desde el titulo, ‘Aquí hago justicia’, me refiero a una tropelía que cometieron contra él y, en descargo, escribió unas memorias donde justificaba su honorabilidad. Los tribunales le dieron la razón pero su nombre ya estaba manchado. Escribí poemas sobre temas universales extraídos de la vida de François. Es un novelista maravilloso que juega mucho con el humor y también abogado como yo, de ahí también el uso de las palabras del título. Es curioso pero no nos conocemos personalmente. Nos puso en contacto David Leite, un estudiante que vino aquí a hacer el doctorado y, a través de él, conoció mi obra. Escribí unos poemas que los tradujo el notable Antonio Salvado y se los envié. Como regalo, y de forma sorpresiva, él editó mis poemas en portugués y en español, en formato de libro. Los Alencar (sin “t” en Brasil) somos pocos y todos nos reconocemos como parientes. El más conocido es José de Alencar, el gran novelista brasileño del romanticismo, una especie de Valle Inclán brasileño.
Con ‘Savia de las Antípodas’, un poemario de haikus, demuestra que es capaz de atreverse con todo
Normalmente escribo en verso libre. Los sonetos, el grado sumo de la poesía, en cuanto a estructura y precisión, los escribo en la intimidad como ejercicio de control. En estos tiempos el soneto, salvo excepciones de poetas muy buenos, me saben a cartón piedra. Son perfectos en su construcción métrica pero ya las rimas están muy gastadas. En otra época eran importantes para ejercitar la memoria; ahora no. Admiro a los grandes sonetistas pero prefiero ir por el verso libre, que no libertino. Tiene que haber ritmo interior y condensación de la palabra. He hecho ejercicios con la forma poética más breve del mundo, el haiku, pero lo he mestizado sin ceñirme a los cánones. También he escrito haikus de un verso o de cuatro, en vez de los tres habituales.
Enrique Vitoria publicó hace algunos años el libro ‘Alfredo Pérez Alencart: La poética del asombro’, ¿por qué cree que eligió ese título?
Enrique fue el primero en hacer un ensayo y una antología sobre mi obra. Fue un regalo de mi cumpleaños en 2006. Parece que he sembrado algo y en territorio bastante fértil. Desde que abrí los ojos estuve en el asombro porque nací en la Amazonía, un lugar muy similar al Paraíso. En mi poesía siempre está el asombro primero. Cuando se pierde el asombro el poeta pierde parte de su intensidad. Debemos creer siempre en algo nuevo que nos va a sorprender y, si se mutila tal estado, una persona pierde mucho de su empuje. Formo parte del asombro; soy un asombrado.
¿De dónde nace la vocación literaria de un profesor de Derecho Laboral?
He sido poeta desde muy temprano pero no lo plasmé porque no había un entorno propicio para ello. Estudie el Derecho con verdadera pasión. Fui el primer abogado egresado de mi promoción y me decanté por la rama que más se preocupa por el hombre. Mi poesía tiene al hombre como base en tránsito hacia lo divino. Mezclo los dos mundos, las dos fases, lo humano y lo divino porque siempre hay un misterio. Hasta los no creyentes ven que hay algo de misterioso en la existencia. Parto del hombre y vuelvo a él con un intermediario de ese misterio que es Cristo. Con  el Derecho subsisto, con la poesía vivo plenamente mi existencia. Son dos mundos diferentes pero, hasta hace algunas décadas, tanto médicos como abogados eran humanistas y escribían ensayo, poesía y novela. El aparente desarrollo del mundo nos ha ido alejando de esa sensibilidad.
Esa cercanía suya a Dios se materializa en ‘Cristo del Alma’, dedicado a la figura de Jesús. ¿Qué misterios encierra y qué mensaje lanza?
Aquellos que han leído el libro han quedado impactados. ‘Cristo del Alma’ es el Cristo carnalizado, próximo a los desprotegidos y desfavorecidos, a los que han pasado y siguen pasando por injusticias. Ese Cristo interesa y atrae a mucha gente, incluso a aquellos que denigran la religión porque lo que hace es hacer valer sus prebendas y sus leyes impositivas hacia una creencia. Cristo no tuvo iglesia, no tenía donde recostar su cabeza; era un poeta-profeta a la intemperie. Trabajo con ese concepto de Dios joven en mucha de mi poesía. Ese libro es de mística social, ni tan elevando, ni tan en el subsuelo. Los que somos cristianos y practicamos los evangelios, nos damos cuenta de que son más revolucionarios que cualquier manifiesto comunista. La gente, sin embargo, no los ha leído o lo han hecho con gafas distorsionadas por las ideologías. Los profetas son más duros que Marx y Engels contra los injustos y los saqueadores, incluso contra los ricos y patronos. Cuando se piensa en la religión se piensa en el catecismo, en lo etéreo, lo sublimado, pero la Biblia atañe mucho al hombre y habla de conductas que luego Cristo cambia. Es muy social. Yo no soy un poeta religioso, soy hermano de Jesús; un poeta que sigue a Cristo.
¿Puede la palabra combatir la injusticia?
La palabra ayuda, no soluciona. Cuando va a aparejada con hechos, esos ejemplos de conducta en el caso de los pocos auténticamente cristianos, sí ayuda. Admiro a Teresa de Calcuta, a Dietrich Bonhoeffer, el pastor evangélico alemán que se resistió a Hitler, a Pedro Casaldáliga, el obispo de los pobres. Cuando das ejemplo de no codiciar tantos bienes como El Vaticano puedes cambiar ciertas conductas. Es muy difícil porque el ser humano tiene tendencias egoístas, a poseer riquezas. No resulta fácil ser cristiano. Hay un superávit de teología intrascendente, desincentivadora, narcotizante, pero no sé para qué tanta cuando lo que se debería es ahondar hasta la extenuación en los dos mandatos esenciales: amar a Dios y al prójimo como a uno mismo, aunque el cumplimiento de esos ‘sencillos’ mandatos no suelen llevarse a la práctica como corresponde. Hasta a la gente más dura, cuando les demuestras amor, suelen sorprenderse gratamente del ejemplo cristiano que recibe. Hay excesiva palabrería alejada por completo de la Justicia que abunda en la Biblia. Existen religiosos que cuidan su comodidad y no el estar al lado de los pobres y los injustamente tratados.
¿A lo largo de estos años le ha dado la poesía algo más importante que buenas amistades?
La Poesía, el Verbo, es el combustible de mi existencia. Hay que tener fe en la Poesía porque sin ella te caes. La fe poética no es fácil de lograr, pues los hay que empiezan escribiendo versos y luego se desengañan. Yo la tengo desde muy temprano y ahora creo más en su potencia vivificante. Te ayuda a ser prudente, a reflexionar, a querer compartir con los demás. La poesía es comunión, es oración. Es social porque sale del hombre y va hacia los otros. Tiene mucha similitud con la fe en Cristo, que también fue un gran poeta. Me doy cuenta de que, cada vez más, a la gente que denostaba la poesía riéndose de lo que consideraban rimitas de salón, cuando les demuestras que en un gran poema todo puede entrar, incluso psicología, historia, teología o filosofía, empieza a interesarle porque refleja situaciones reales y también sueños, que son un estado de más de la mitad de la vida del hombre.
¿De qué se siente más orgulloso de este periodo como impulsor de la cultura en Salamanca?
Me siento complacido de haber llevado adelante los encuentros de poetas iberoamericanos y de haber logrado que la Poesía vuelva a ocupar un lugar importante en las actividades culturales de Salamanca y, sobre todo, en la acogida del público que asiste a las lecturas. Ya no son cuatro gatos, ahora las salas se llenan, quedan pequeñas.
¿Vive Castilla y León una edad dorada de la poesía?
Castilla y León siempre tuvieron buenos poetas. Actualmente cuenta con autores destacados. Para mi gusto, el que más me conmueve es el zamorano Jesús Hilario Tundidor. También están Gamoneda, Colinas, Andrés Quintanilla Buey… De los más jóvenes nombraría a José María Muñoz Quirós, Carlos Aganzo, Jesús Losada, Juan Carlos Mestre, Juan Antonio González Iglesias y a muchos otros. La lista sería extensa y no quisiera omitir ningún nombre.
Dicen de usted que es una persona hiperactiva y quizá sea verdad porque entre sus clases, sus poemas y la organización de diversos eventos aún tuvo tiempo para alumbrar hace años un curioso ‘Manual del Alcalde’
La de jurista y la de poeta son dos facetas diferenciadas de mí, a modo de doctor Jeckyll y Mister Hide. Dicho libro lo hicimos el profesor Dionisio Sánchez de Gatta y yo, aunque es justo reconocer que el grueso del mérito es de este buen amigo especialista en Derecho Administrativo. Yo tengo varios libros de Derecho del Trabajo. Sin embargo, me he dado cuenta de que es cierto eso de que ‘menos es más’. Antes era más y salía menos, ahora me concentro más en una cosa hasta que culmina. Aparentemente es menos, pero es más.  Tengo en Jacqueline, mi esposa, a la mejor aliada posible: no sólo me comprende y me apoya en la corrección de los libros sino que, incluso, cuando editábamos con nuestro dinero la revista ‘El Cielo de Salamanca’ llegó a renunciar a un viaje a nuestra América para poder sufragarla. Gracias a ella he podido hacer muchas cosas. Es la otra parte esencial de mi vida, la que me completa.
También se han llegado a comparar algunos aspectos de su poesía con la de Luis Cernuda, ¿resiste esa comparación con el poeta sevillano?
De ninguna manera. Soy admirador de Cernuda y le dediqué un homenaje en forma de libro titulado ‘Ofrendas al tercer hijo de Amparo Bidón’. Me compenetré en su poesía para rendirle tributo. El mejor homenaje a un poeta es que otro poeta vaya hasta la médula de su poesía y recree sus versos haciendo algo nuevo pero inspirándose en él.
Hay que reconocer que es muy certero en los títulos de sus obras
Tanto el título como el contenido en sí son claves, porque son para una vez en la vida. Habitualmente cuesta mucho hasta que sale el que mejor queda.
Uno de ellos ‘Los éxodos, los exilios’, está cada vez de mayor actualidad
Ahora se va a entender mucho mejor en España que hace unos años, cuando se denostaba la inmigración. Lo vengo escribiendo desde hace quince años. Por lo tanto no está hecho para cuestionar a una sociedad en crisis; se puede aplicar a todos los tiempos y países. No podemos olvidar que siempre nos puede tocar salir de nuestro suelo por muchos motivos, no sólo por cuestiones económicas. Nadie está libre de tener que irse a otra tierra. Es un libro necesario para mí, pues con él quiero rendir homenaje a mis abuelos, tanto de Asturias y de Galicia, como del nordeste brasileño, emigrantes a la Amazonía peruana.
Foto: Solete Casado