jueves, 8 de agosto de 2013

Hija de Siringa






Estaba furiosa. El gris bancario de la agencia me asfixiaba. Escapé a la calle que en contraste reverdecía. ¡Era una campiña llena de ninfas, sátiros, árboles, manantiales, azafranes y jacintos!

El dios Pan me ofreció un vino alegre. Bebí. Así, me convertí en hija de Siringa. Desde entonces, vivo y danzo sin turbaciones en mi alma o males de amor. Sólo luminosidad en mi existencia.

Ilustración: " Ninfas y sátiro" de William-Adolphe Bouguereau, 1.873