La cantidad de escritos sobre Miguel de Cervantes es
inmensa y de gran calidad. ¿Qué puedo yo añadir? No resulta sencillo. Sin
embargo, habré de intentarlo y habré de reflexionar sobre él y su obra, aunque
sea de un modo muy sumario.
Como
punto de partida reseñaré las circunstancias en las que nacieron los relatos
cervantinos.
Miguel
de Cervantes y Saavedra nació en Alcalá de Henares, el día 29 de septiembre de
1547. Se desempeñó como soldado, novelista, poeta y dramaturgo.
En la época en que vivió Cervantes, Felipe III fue
coronado tras la muerte de su padre Felipe II en 1598 y es importante este
aspecto para enfocar la realidad que le tocó vivir a nuestro homenajeado, pues
el hecho referente a la voluntad del monarca en cuanto a establecer acuerdos de
paz con los reinos vecinos proporcionó a España un período de paz, posiblemente
favoreció al inicio de la Edad de Oro, cuna del Quijote. Aquellos años de
tranquilidad han sido conocidos como Pax
Hispanica y es el período en que el Imperio Español comenzó a ostentar la
supremacía mundial, apoyada y aumentada gracias a la eficacia de sus ejércitos,
los terribles tercios y las inmensas riquezas que llegaban de las colonias en
América.
En medio de estas circunstancias, sale a la luz un
texto asombroso, el “Lazarillo de Tormes”, de autor desconocido, y que marca la
aparición de un nuevo género literario en el que imperan el naturalismo y la
sátira social. El “Lazarillo de Tormes” abre una compuerta a la corriente literaria
de notables obras maestras y sin cuya mirada centrada en el naturalismo no se
comprendería a Cervantes o a Quevedo. La picaresca planteaba buscar en la
realidad diaria sus lineamientos como modelo narrativo y esta es la razón por
la cual la universalizaron, situándola al margen del tiempo en concreto en que
apareció.
Por otra parte, toda la riqueza del Imperio Español se
capitalizaba en La Corte, y los jóvenes talentos que encendieron las luces del
Siglo de Oro, lo hicieron bajo la tutela de algunos miembros del séquito del
rey. El destino profesional de ellos no era muy variado, debían optar por la
carrera eclesiástica, las armas o el funcionariado. En su mayoría eran personas
cultas y universitarias, como Góngora, Ruiz de Alarcón, Mateo Alemán y Calderón
que asistieron a la Universidad de Salamanca. Para los que se decidían por la escritura,
la forma más fácil de asegurarse apoyo económico era acercarse a la nobleza y
logar el mecenazgo de algún cortesano; esto requería inversión de tiempo,
adulación y “servicios especiales” como los que proporcionaba Lope de Vega, no
precisamente de forma discreta, al duque de Sessa, como alcahuete aprovechando
sus conexiones con el teatro y en concreto con las actrices. Lope expresaba con
soltura esta situación: “Ingenio sin favor, aunque hable, es mudo”. En otras
palabras, crearse un perfil adecuado ante cada mecenazgo en la mira, y esto por
supuesto abona la mitomanía, a la que muchos de aquel entonces, se inmolan con
gusto.
En lo particular, después de superar su cautiverio
en Argel, estancia que marcará la naturaleza de su mirada y de su obra, Cervantes
se puso al amparo del duque de Béjar, a quien le dedicó la primera parte del
Quijote, y luego alcanzó el apoyo del primer ministro de Felipe III, Francisco
de Sandoval y Rojas, duque de Lerma, quien gozaba de la total confianza del rey,
también absorbió algunas responsabilidades administrativas del reino, por las
cuales tuvo algunos otros problemillas y cayó de nuevo en prisión.
Y a partir de allí, para ganar indulgencias o apoyos,
y ahí va mi conjetura: construye un confinamiento a su ser como persona, lo que sabemos de él es porque así lo quiso, se coloca
detrás de su obra para, justamente, posicionarse como paradigma del hombre
actual.
De
esa forma, todos los datos
biográficos que conocemos figuran en sus obras o sus papeles, los escribe para
pedir algo, de modo que idealiza sus méritos y tiene a ocultar sus defectos.
Pero si hubiera sabido lo portentoso de su obra, es posible que no lo hubiera
hecho ¿O de todas formas sí? No lo sé, pero lo que sí sabemos es que Cervantes continua
adelante con el dibujo de sí mismo y juega con la realidad y la ficción en el
nuevo relato de las aventuras de don Quijote y Sancho Panza: ambos personajes
saben tanto de la existencia de la primera parte como de la continuación
apócrifa, y hasta hablan de lo que los lectores piensan del primero, que es
“loco, pero gracioso”, o “valiente, pero desgraciado”, o “cortés, pero
impertinente”; y algunos de los que se cruzan con ellos los reconocen por haber
leído el libro de sus correrías originales. Y lo destacable es que tanto el
hidalgo como el propio Cervantes, en un estado de gracia y clarividencia,
aseguran que la obra sería todo un clásico literario y que el caballero de la
triste figura sería inseparable de la imagen de la comarca manchega.
Para referirme al aspecto literario he de señalar que concuerdo
con la opinión de algunos escritores quienes se expresan sobre Cervantes como
aquel que tuvo el coraje de destruir al mito caballeresco intocable durante
mucho tiempo, y el literato que inicia la novela moderna, en la que reina la
polifonía y la contraposición de diferentes visiones del mundo encarnadas por
los personajes, lo que le confiere un realismo entonces sin parangón y se
constituye en una extraordinaria sátira de la sociedad de aquel entonces; de
ahí que acepto que Cervantes es indiscutiblemente original al superponer las
cosmovisiones y los puntos de vista hasta confundirlos en complejidad con la
misma realidad, recurriendo incluso a juegos metaficcionales. Todo ello lo
podemos apreciar al leer sus Novelas Ejemplares y al “Don Quijote de La
Mancha”, obras en las que demuestra la amplitud de miras de su espíritu y su
deseo de experimentar con las estructuras narrativas. En esa colección de
novelas experimenta con la novela bizantina (La española inglesa), la novela
policíaca o criminal (La fuerza de la sangre, El celoso extremeño), el diálogo
lucianesco (El coloquio de los perros), la miscelánea de sentencias y donaires
(El licenciado Vidriera), la novela picaresca (Rinconete y Cortadillo) y la
narración constituida sobre una anagnórisis (La gitanilla).
Su obra tan elocuente y precisa, tan esclarecedora del sentir propio de los humanos, contrasta con lo velado de su propio rostro, tal como nos lo hace comprender el profesor José Manuel Lucía Megías: “¿Cuál es el verdadero retrato de Cervantes? Cada época irá construyendo el suyo… ¿Acaso no sería posible encontrar el verdadero retrato de Miguel de Cervantes en los rostros que lo han ido encarnando en el cine desde principios del siglo XX hasta nuestros días?” Asimismo, Lucía Megías nos plantea en la exposición “Cervantes, el hombre detrás del mito” de la que es el inteligente y preciso curador, a un “Cervantes persona”, un “Cervantes personaje”, y un “Cervantes mito” que se ha ido construyendo a lo largo de los siglos. Una investigación exhaustiva de las celebraciones de Cervantes como escritor y como modelo de escritores y de civilidad. Y es allí donde me asalta la idea de la intencionalidad cierta de Cervantes por edificar su propio mito. De la misma manera en que el hidalgo manchego Alonso de Quijano se arroja al camino a lomos de Rocinante convertido en Don Quijote, el caballero andante, en pos de un ideal. Todo lo cual lo celebro grandemente, pues hoy por hoy, el mundo necesita de civilidad más que nunca.
Su obra tan elocuente y precisa, tan esclarecedora del sentir propio de los humanos, contrasta con lo velado de su propio rostro, tal como nos lo hace comprender el profesor José Manuel Lucía Megías: “¿Cuál es el verdadero retrato de Cervantes? Cada época irá construyendo el suyo… ¿Acaso no sería posible encontrar el verdadero retrato de Miguel de Cervantes en los rostros que lo han ido encarnando en el cine desde principios del siglo XX hasta nuestros días?” Asimismo, Lucía Megías nos plantea en la exposición “Cervantes, el hombre detrás del mito” de la que es el inteligente y preciso curador, a un “Cervantes persona”, un “Cervantes personaje”, y un “Cervantes mito” que se ha ido construyendo a lo largo de los siglos. Una investigación exhaustiva de las celebraciones de Cervantes como escritor y como modelo de escritores y de civilidad. Y es allí donde me asalta la idea de la intencionalidad cierta de Cervantes por edificar su propio mito. De la misma manera en que el hidalgo manchego Alonso de Quijano se arroja al camino a lomos de Rocinante convertido en Don Quijote, el caballero andante, en pos de un ideal. Todo lo cual lo celebro grandemente, pues hoy por hoy, el mundo necesita de civilidad más que nunca.
Ahora bien, y ya para ubicar mi escrito en el presente debo considerar que los lectores del siglo XXI hemos adquirido unas
costumbres muy distintas a los lectores de tiempos pasados y estamos ya
habituados a asistir a los diversos modos de un relato ecléctico, donde puede
fundirse el cine, el arte, la música, la fotografía, el vídeo, el Internet, los
periódicos, las revistas o las páginas web en un solo día, y que aceptamos que
un relato puede amalgamar todas estas experiencias como un fenómeno cotidiano. Y
esas costumbres nos dotan de una plenitud ante la que ya no es importante cuál
sea el retrato verídico de Cervantes, sino la potencia de su pensamiento, el
que me atrevo a aseverar de nuevo, se enfocó en hacer de sí mismo un personaje,
y no solo por obtener gracias y beneficios, con la adecuación de su curriculum vitae, sino por el gusto de
traspasar a esa otra dimensión que es la del personaje literario.
Esta aseveración también se me presentó como muy posible al
apreciar el material dela mencionada exposición “Cervantes, el hombre detrás
del mito” que se ha mostrado hasta el 29 de mayo de 2016 en la Biblioteca
Nacional de España, para conmemorar los 400 años de la fecha de su muerte, 22
de abril de 1616 en Madrid; una recopilación completísima de manuscritos del
genio y en donde el Cervantes incluso cobró vida, y recibió a los espectadores
de viva voz, gracias a la tecnología audiovisual y hasta interpeló a los asistentes con sus sentencias
de actualidad inagotable.En la muestra pude apreciar los pliegos originales y
cómo Miguel de Cervantes y Saavedra dibujó letra a letra para con ellas bordar
las palabras de cada manuscrito, cuales mantos que lo arroparían en el
firmamento de los grandes mitos clásicos y entre los que viviría atrapado en la
estrella Cervantes Q Arae, a 49,8 años luz del planeta Tierra, ya para siempre.
Sí, cuatrocientos años ha, pero Cervantes como si nada,
él va a continuar sobreviviendo a los devenires narrativos y artísticos
justamente por la capacidad de asimilación de sus escritos a todas estas formas
de ver, a toda esta multiplicidad de miradas y porque se puede abrir a estados
de conciencia un poco más allá de las convenciones del verismo o el realismo;
se renueva y se actualiza este escritor en ciclos de una constante
contemporaneidad, justo porque que dio los primeros pasos firmes para superar los
límites entre vida y muerte, entre sueño y vigilia, entre realidad y fantasía,
por todos los medios posibles.
Miguel de Cervantes, cautivo de si, por decisión propia.
Referencias
bibliográficas
Fernández de Navarrete, Martín (1.819): Vida de Miguel de Cervantes Saavedra,
Madrid, Real Academia Española.
Lucía M., José M., La
juventud de Cervantes, una vida en construcción, EDAF, Madrid, 2016.
Iglesias, María del Carmen (2005): El mundo que vivió Cervantes, Madrid, Sociedad Estatal de
Conmemoraciones Culturales.
Referencia
de las imágenes
Retrato de Cervantes atribuido a Juan de Jáuregui.
Ilustración de Cervantes por Olga Fuchs.
Recursos
electrónicos
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