El día 22 de noviembre de 2017 fue presentada la novela Äniela Buda"escrita por Olga Fuchs en la librería Kalathos en Caracas bajo el auspicio de la embajada de Polonia en Venezuela.
Las palabras de presentación estuvieron a cargo de la Lic. Lissette Bisogno:
"
Al relatarnos la vida
de Aniela Buda, Olga Fuchs lo hace a la vez con pasión y sobriedad, con
fidelidad a la ambientación histórica y geográfica, y con una lupa que nos
asoma al alma de los personajes de esta novela, dándoles voz propia. Se trata
de una suerte de calidoscopio que nos lleva de lo cotidiano a lo
extraordinario, de lo local a lo universal, de lo general a lo personal, y de
lo superficial a lo íntimo.
Tras haber disfrutado
de una infancia y juventud de comodidades en un ambiente familiar, refinado y
próspero, Aniela y toda su familia, su esposo, padres, hijos y hermanos, se
vieron atrapados en el terror de la invasión nazi de Polonia y la segunda
guerra mundial, tras la cual, cuando creían estarse recuperando, los comunistas
a asesinaron a su esposo, y la despojaron de todos sus bienes, así como de la
última esperanza que tenía para permanecer y vivir en paz en su país natal. En
medio de ese desconsuelo, Aniela sacó fuerzas del amor por sus hijos para huir
de la pesadilla soviética hacia la libertad, llegando a Venezuela, donde vivió
hasta su muerte en 1977.
Aniela nunca quiso hablar
con sus hijos de esa experiencia del pasado; por el contrario, apenas cuando
presintió que se acercaba al final de su vida, decidió entregarles sus
recuerdos: documentos, fotografías, cartas, que guardaba en un cofre cuya
existencia ellos desconocían. Egon, el menor de sus tres hijos, se volcó
durante varios años a la tarea de estudiar ese legado para complementar la
historia que con tanto celo su madre había mantenido en discreción. Logró
contactar familiares en América y en Europa, para luego visitar Kamien, el
lugar que su madre llamó hogar hasta que decidió partir para siempre. Egon
recogió todos estos sucesos en una monografía que entregó a Olga para que ella
usara esa información factual y le diera orden de redacción y estilo, pero
luego el proceso fue avanzando y nutriéndose con la propia investigación e
imaginación de ella para transformarla en una biografía novelada. Ni él ni sus
otros familiares pudieron quedar más satisfechos. Así Olga nos pone en contacto
con Aniela, y nos lleva de la mano por momentos cruciales de la vida de ella y de la
Polonia de esa época.
Aniela quiso mantener
las heridas del pasado en el pasado, quizás porque el futuro de su familia
ocupaba su atención y entrega, por encima de cualquier otra consideración. Pero
en realidad nunca nos desprendemos de los eventos que han marcado nuestra
existencia. Seguramente por eso Aniela no se deshizo de sus recuerdos.
Leo (del preámbulo):
“Frente al entretejido
de recuerdos alegres y tristes, hice todo lo posible por escapar de los
horrores, aunque el enemigo me alcanzara, repetidas veces. Ahora sé que en ese
entretejido estamos amarrados a nuestros enemigos y que ellos tampoco pueden
escapar de nosotros… A menos que en nuestro camino nos acompañe la poesía”.
Y eso es exactamente lo
que hace Olga Fuchs en su narrativa, pues no sólo desarrolla sus propios
valores estéticos, sino que además se acompaña de la obra de la poetisa polaca,
Nobel de Literatura, Wisława Szymborska, embajadora por excelencia del sentir
polaco. Por ejemplo, inspirada en su poema, “La mujer de Lot” que incluye,
Aniela nos dice (de la pág. 62):
“Yo
seguí corriendo, arrastrándome y trepando hasta que la oscuridad cayó del
cielo. ¿Qué es una estatua de sal? Es un alma incapaz de renunciar, que se
detiene en el tiempo. Es un alma edificada con miedos.”
Olga nos muestra cómo
Aniela tuvo que enfrentar sus miedos y avanzar, con ellos y a pesar de ellos,
hacia donde su intuición la iba guiando.
En el proceso, nos deja
imágenes escalofriantes de la guerra y las reflexiones que podemos derivar de
esa tragedia
Leo (de la pág. 250):
“-Padre
¿va a enterrar a Igor al lado de su asesino?
“-
¿Qué más da? Ambos son víctimas del odio, uno en mayor medida que el otro, es
cierto, pero el resultado del odio es éste, reducción a cadáveres. Sólo eso. Lo
que debemos aprender es lo inútil de no sanar el odio o el resentimiento… Y
continuó con la sepultura.”
En otros pasajes,
sentimos la nostalgia de Aniela por su pasado… Leo (de la pág. 120):
“Me
moví hacia el butacón al fondo de la habitación, me acurruqué y mi mente voló
hasta el abrazo tierno de mi padre, hasta los manjares hechos por mi abuelo,
hasta los almohadones de mi dormitorio de soltera donde acuné mis ilusiones y
escribí algunos versos. Eran imperfectos. Algunos hablaban de renuncias. Hoy
creo que se han convertido en una realidad terrible. Cuán difícil es renunciar
a todo lo alcanzado. Renunciar a la ciudad que has construido, porque la vida
de cada quien es una ciudad, con calles y casas, con un tramado de sueños, de
claridades, techos rotos y rehabilitados, de lluvias y sequías, de alegrías y
enojos, ¡Cuán difícil es lograr el desapego!
Olga le da voz a los
hijos, tornados en personajes también y les da voz en que en primera persona y nos involucran en sus
sentires y padecimientos.
En definitiva, esta
novela es un homenaje a todos aquellos que han sufrido la devastación de una
guerra, o una tragedia personal, se han levantado, sanado sus heridas, y
continuado".